lunes, 4 de octubre de 2010

Tsunami La ola de la Muerte


Nada mas y nada menos que una muralla de agua de cincuenta metros de altura que rompe contra la orilla a mas de cien kilómetros por hora. Quien haya sido testigo de la aparicion de un tsunami puede decir sin exagerar que ha vuelto a nacer.


El 13 de enero me encontraba en el malecon del pequeño puerto de Tazacorte, en Santa Cruz de Tenerife, con la intención de hacer submarinismo. La verdad es que aquel día el mar estaba de un gris muy azulado, casi opaco: daba verdaderamente miedo. Bajo el agua apenas si podía distinguir mis propias manos.
De repente, el mar subió un metro aproximadamente. En aquel momento hubiera debido desconfiar, pero nunca había oído hablar de los tsunamis. Un minuto después descendió y se retiro micho mas lejos del nivel habitual de la marea baja. Fue entonces cuando empece a preocuparme seriamente y heche a correr a toda velocidad.
En el extremo del rompeolas había una construcción de hormigón de unos cinco metros de altura, con un mástil, a la que se accedía por unos escalones. Subí al mástil y lo abrace con todas mis fuerzas.
Menos mal que se me ocurrió esta idea, porque una ola gigantesca se levanto y vino hacia el puerto a la velocidad de un caballo a galope. El puerto desapareció bajo la espuma. Y yo recibí de lleno el latigazo de la cresta de la ola. Asfixiado y mejor aturdido me aferraba desesperad amente al mástil, que por suerte resistió el golpe. Cuando poco después se retiro la ola, seguíamos los dos, el mástil y yo, de pie en el malecón. Este tsunami calificado de moderado por los científicos, se había registrado a la altura de las Azores.

Una marea provocada de forma artificial

No tuvieron la misma suerte que yo los obreros que trabajaban el 16 de octubre de 1979 en la desembocadura del Var, entre Antibes y Niza. El fenómeno se produjo de manera muy parecida. El mar se retiro trescientos metros hacia alta mar. Como el Mediterráneo carece de marea, los testigos presenciales quedaron sorprendidos, pero no todos supieron reaccionar. Enseguida, una inmensa ola se alzo sobre la superficie y choco contra la orilla a mas de sesenta kilómetros por hora: paso por encima del nuevo aeropuerto de Niza, corto la bahía de los Ángeles, se dirigió a las Antibes y arraso el puerto de la Salis. Después se retiro a su nivel normal. En Bilan un balance se elevo a once personas ahogadas, numerosos edificios destruidos y decenas de de barcos y vehículos dañados.
Pero en esta ocasión la marea no se debió a causas naturales, sino al hundimiento de una plataforma motivado por una actuación irresponsable sobre la misma: durante 31 meses fueron acumulándose 600.000 toneladas diarias de roca sobre una plataforma que se sabia frágil. En total total se depositaron 30 millones de metros cúbicos en una franja de trescientos metros de ancho por cuatro de kilómetros de largo. por si fuera poco, cada minuto se dejaba caer una masa de 130 toneladas desde una altura de 25 metros. No es raro que la plataforma continental se hundiera y provocara una catástrofe.
¿Como pudo formarse esa ola gigantesca? Para entender el fenómeno se puede llenar de agua un recipiente grande y, cuando la superficie haya quedado en equilibrio, de deja caer por una de las paredes un objeto pesado, un ladrillo, por ejemplo. Entonces se aprecia como el agua se abre en la vertical del ladrillo y forma una ola que va a golpear el borde del barreño. Esto a ocurrido en el enorme recipiente que es la famosa bahía de los Ángeles.
Las dos subidas de la marea de que hemos hablado constituyen solo unos modestos ejemplos de los que se denomina tsunami, nombre japones que significa ola de puerto. Los verdaderos tsunamis obedecen a causas naturales (sísmicas o volcánicas) y suelen manifestarse con mucha mas fuerza. Como el ocurrido el 27 de agosto de 1883 en las islas de la Sonda, en Insulindia, donde entro en erupción un volcán de 832 metros de altura que barrio la mayor parte de la isla. La explosión provoco un tsunami que se pudo medir en todos los mares del mundo. Los estragos mas considerables se registraron en Java y Sumatra, donde hubo 36.000 victimas.
Mas próximo en el tiempo, el 1 de abril de 1946, los grandes fondos marinos del Pacifico Norte, frente a Alaska, se vieron sacudidos por un violento temblor de tierra que origino una inmensa ola. Cuatro horas mas tarde, esta ola había cruzado 3600 kilómetros de océano, marchando a la vertiginosa velocidad de novecientos kilómetros por hora, y golpeando de lleno el archipiélago de las Hawai. En la ciudad de Hilo murieron 173 personas. Asimismo, la ola arranco de cuajo un numero incontable de casas bajas y las traslado a varios centros de metros. Fue un verdadero milagro que no hubieran mas victimas.


Volcanes, sismos y bombardeos de metano.

El doctor Thomas Gold, profesor de la Universidad de Cornell (EE.UU.), opina que los volcanes y seísmos no bastan para explicar el fenómeno. Afirma que existe un tercer causante, una especie de gigantescos eructos de la Tierra. Tales eructos se manifiestan en forma de chorros de metano, un gas parecido al butano que se encuentra acumulado en prodigiosas cantidades en el interior de nuestro planeta, generalmente sobre las capas de petroleo. La expansión del metano así liberado, comparable a la explosión de un cartucho de dinamita, seria el responsable del tsunami.
El hecho de que casi nunca guarde relación directa la importancia del seísmo y la del tsunami que provoca llevo a tomar en serio la tesis del doctor Gold. Efectivamente se atribuyen a pequeños temblores de tierra la génesis de mareas terribles. para explicarlo convincentemente se necesita que intervenga otro factor, la hipótesis del metano se presenta como la mas factible.
Curiosamente, el tsunami resulta poco peligroso para la navegación. En alta mar, la llamada ola mas peligrosa del mundo es prácticamente inofensiva. En alta mar, la ola sobrepasa raramente los cinco o seis metros, lo que no supone gran cosa para un barco moderno; solo en el momento en que se aproxima a la orilla, o sea cuando empieza a tocar fondo, es cuando alcanza su máxima dimensión. Y luego se desplaza a una velocidad parecida a la del sonido, de novecientos a 1200 kilómetros por hora. En realidad, antes de que el capitán haya tenido tiempo de darse cuenta y de dar las ordenes oportunas, la ola ya ha pasado... No sucede lo mismo con las olas provocadas por el viento o las corrientes marinas, que pueden superar los treinta metros de altura y que, aunque resultan temibles para la navegación, son casi inofensivas para las regiones costeras.
Otra característica de los tsunamis -que también explica el escaso peligro que representan para los barcos- consiste en su tremenda longitud. Mientras que dos crestas sucesivas de un tsunami están separadas de 150 a mil kilómetros, las olas nacidas en el seno de la mas violenta tempestad distan de cresta a cresta un máximo de trescientos metros. Esta claro que una ola semejante no puede volcar un barco; simplemente lo levanta y vuelve a dejarlo en la misma posición.
Pero los tsunamis poseen otras particularidades. Se ha comprobado que la acción de una ola se deja sentir a una profundidad igual a la mitad de su longitud; o sea, que una ola de diez metros de largo agita las aguas del mar hasta unos cinco metros de profundidad y debajo de este limite las aguas se encuentran en calma. Por eso -y los aficionados al submarinismo lo saben bien- la mayor parte de las tempestades no se notan por debajo de quince metros. Sin embargo un tsunami de 150 metros seria capaz de agitar el mar hasta una profundidad de 75000 metros, constatación que quiere decir que cualquier tsunami remueve de arriba a abajo todas las zonas oceánicas que atraviesa, ya que los fondos conocidos del Pacifico no sobrepasan los 11.000 metros.
Quedan por ver algunas cuestiones. Como hasta que punto se pueden prever los tsunamis, si existe un método para protegerse de ellos y que hay que hacer en caso de alerta. En este sentido se han realizado importantes progresos. Desde 1948 se puso en marcha un dispositivo de alarma internacional, con la colaboración de japoneses, soviéticos y americanos. En la costa del Pacifico, mas de cuarenta estaciones de observación anotan sistemáticamente todos los seísmos capaces originar un tsunami y miden la velocidad de las olas.
Pero hasta ahora estos avances técnicos no han cobrado la eficacia que se esperaba. La explicación viene dada porque la mayoría de los tsunamis registrados oficialmente no tienen consecuencias graves, lo que ha motivado que los pobladores de las regiones implicadas desoigan las advertencias. Lo malo es que cada vez en cuando la alarma merece ser tomada en serio. Así, el 22 de mayo de 1960, un tsunami golpeo por segunda vez la población de Hilo, en Hawai, y a pesar del estado de alerta oficial, murieron 51 personas. Ademas, acudieron un buen numero de turistas deseosos de no perderse el espectáculo, lo que hubiera podido provocar otras tantas victimas suplementarias.
La causa del porque un tsunami en apariencia inofensivo se vuelve tan devastador cuando alcanza la orilla, puede compararse al efecto de un frenazo brutal de coche, de moto o de bicicleta. El mismo fenómeno se produce a una escala colosal con el tsunami. La ola, que alcanza en alta mar de cinco a seis metros de altura, comienza a tocar fondo al aproximarse a las costas y su velocidad decrece de novecientos a sesenta kilómetros por hora. Entonces la ola se eleva hasta quince, treinta o sesenta metros, almacenando un golpe de energía que libera al caer sobre tierra firme. Así, se explica también porque son mas peligrosos cuando chocan en zonas abruptas, donde el frenazo resulta muy violento, que en las costas planas en que se produce poco a poco.
¿Son las costas europeas una región propensa a este tipo de peligros? Dejando aparte las mareas originadas por la irresponsabilidad humana ( y la catástrofe de la bahía de los Ángeles no sera la ultima), la configuración geológica de la cuenca mediterránea se presta a estos fenómenos. De hecho, ya se han producido. Recordemos que el 17 de abril de 1979 un seísmo genero una ola de cien kilómetros de ancho, que azoto la costa dalmata de Yugoslavia, destruyendo numerosos edificios y proyectando los barcos a tierra firme.
En principio, dos señales evidentes avisan con la suficiente antelación. Primera, el agua sube muy de prisa hasta sobrepasar su nivel habitual de cincuenta centímetros a un metros. Segunda, el agua se retira aun mas rápidamente, alejándose como si el mar se vaciase por un gigantesco desagüe. Ambas advertencias constituyen símbolos inequívocos en el Mediterráneo, mar que no sufre oscilaciones tan enormes.
Ahora me voy a permitir dar un consejo que nadie haga como yo. Si un tsunami se perfila en el horizonte hay que echar a correr sin volver la vista atrás. La ola que presencie hubiera podido arrancarme de mi apoyo y aplastarme contra el muelle o arrastrarme a alta mar. Aunque suponga una experiencia inolvidable asistir a los acontecimientos, tampoco esta de mas perderse una parte y seguir vivo al día siguiente para poder contarlo a los amigos.

Revista Muy Interesante Año 1 Num 1

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