Los niños viven con curiosidad. Aprenden muchas cosas en la vida, están dotados naturalmente de intuición y están abiertos a todo lo que encuentran.
Todo les parece interesante. Por eso quieren saber muchas cosas. De hecho, es una señal de buen desarrollo.
Los padres deben ayudar a los niños a desarrollar su conciencia, lo que será un gran medio para adquirir experiencias espirituales. A través de ellos, aprenderán sobre la autoestima y los valores morales.
Por supuesto que los padres quieren que los niños tengan y estén familiarizados con los buenos valores de la vida. Como padres, ¿qué pueden hacer entonces? Aquí hay 5 formas que puede hacer para enriquecer su conciencia:
Dé buenos ejemplos. Lo que dices y haces todos los días refleja lo que piensas sobre el mundo. Si dices cosas buenas, tus hijos harán lo mismo. Los niños son grandes imitadores. Es importante que digas y hagas cosas agradables en cualquier momento y lugar.
Escuche cuando hablan. A veces, sus hijos hacen preguntas que suenan tontas a los adultos, como mamá, ¿dónde duerme el sol cuando llega la noche? Escúchalos y responde con seriedad: El sol no duerme. Brilla en otros lugares del mundo. Al escuchar, los niños sentirán que sus padres los respetan.
Muestra felicidad. Muestre y comparta toda la felicidad, la energía y los pensamientos positivos con los niños. Si eres feliz, ellos también lo son. Al hacer esto, los niños aprenderán que la vida es agradable.
Preséntelos a la naturaleza. Dígales que todas las cosas que suceden en el mundo están conectadas entre sí y que hay una razón para ello. Por ejemplo, se necesita agua para regar las plantas y las plantas son fuente de alimento para otras criaturas vivientes.
Sea flexible con sus reglas. Se debe informar a los niños sobre lo que deben hacer. Sin embargo, siempre preste atención a su desarrollo. Habrá tiempo en el que podrán decidir qué quieren hacer. Al ser flexible con sus reglas, los niños se mantendrán alegres y expresivos.
Esos 5 consejos son realmente fáciles de llevar a cabo. Simplemente ubíquese como los padres y amigos de sus hijos.
Una vez más, recuerde que los niños son buenos imitadores. Una vez que haces o dices algo malo, hay una gran posibilidad de que ellos hagan o digan lo mismo.
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